Ahí yace él al final, el converso de lecho de muerte, el Libertino que se hizo pío. No podía danzar a medias, ¿no es cierto? Si me daban vino lo apuraba hasta el poso y lanzaba la botella vacía contra el mundo. Si me mostraban a Jesucristo en su agonía me subía a la cruz y le robaba los clavos para mis propias palmas. Y así me voy, cojeando, del mundo, dejando mis babas sobre una Biblia. Si miro la cabeza de un alfiler, veo ángeles danzando, bueno, ¿os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?...

John Wilmot (The Libertine)

Prosa

Pirata de agua sabia

Metida en esta cueva que forma mi cama con la luz del papel solo puedo pensar en esa sensación de ahogo que no deja a mis pulmones respirar tranquilos. Hay un perfecto anfitrión inmenso ahí afuera que está en continua espera de visitas. Tengo la ansiosa necesidad de acercarme a él y tocar su orilla, y que con su caricia suave quite la arena rasposa que se pegó en mis pies en los tiempos de adolescencia. Con tan sólo cubrir los tobillos calma el sofocante calor con la que algunos días el mundo nos castiga, pero no sacia el resto de piel que suplica alivio. Me llama para que lo conozca viendo que ya confío en él, quiere que lo nade, que me sumerja, que lo explore. Ay! El mar es tan exageradamente grande... Los necios sólo conocen su costa, los curiosos llegan hasta la boya, que no es más que el límite que establece la política o la sociedad. Los más despiertos llegan a cruzarlo, pero sólo consiguen una visión general y creerán que ya no hace falta saber más. Intelectuales llegan a conocer su superficie con detenimiento y los sabios se adentran para buscar conocimiento en el fondo. Pero el mar también tiene secretos y los guarda allá donde no los podamos alcanzar.

Quizá si me hubiera visto crecer desde pequeña, ahora también confiase él en mí y no tendría nada que ocultarme. O tal vez él sí conozca mi fondo, y por ello me haga probar el agua salada que, como mar, lo único que consigue es dejarme con unas ganas locas de seguir bebiendo hasta encontrar el sorbo que calme esta sed exponencial.




Descubriendo Alicia



Iba caminando con ansia, deseando entrar por un momento en un mundo mágico que jamás, jamás pudiera pertenecer al que vivimos. Olvidar por un momento que las hadas, los duendes y los elfos no existen. Creer de verdad que podría cabalgar sobre un caballo alado por las nubes. Iba caminando con ansia, sabiendo que estaba llegando. Miraba al cielo, que parecía atrapar mi ilusión y expandirla aún más en un efecto rebote. Parecía que mis piernas volvían a medir medio metro y que mi pelo era otra vez corto, liso y negro , obedeciendo los deseos de mi madre de tenerlo bien cuidado y sin piojos. Iba corriendo detrás de un conejo  blanco, que por más que se lo pidiera no se detenía. Me daba la sensación de que él tenía más prisa que yo de que llegara. Ya lo iba viendo, a través de unas rejas que encarcelaban al mundo real. La puerta estaba abierta, entré, y lo vi de pleno. No. No era lo que me esperaba, era aún mejor. Sin embargo no tenía ni la menor idea de dónde me encontraba, de qué diantres era aquello. Sólo sabía que era hermoso, y de repente me sentía como en casa. No quise darle el placer al misterio, así que entre verdes y violetas, azul cielo y rojo amor, busqué por todos lados no sabía muy bien el qué. Hasta que lo encontré. Un pequeño panfleto que decía ''Bienvenido al País de las Maravillas''.





Un minuto de reflexión

Estuve mucho tiempo preguntándome de dónde habías salido, de qué año venías, de qué galaxia procedías, por qué. Viniste a robarme la cordura y yo con mi locura sólo quería entregarme, tímidamente sonriente, sin poder esperar más pero queriendo que el momento fuese eterno. No sabía qué habías hecho para cambiar mi ser tan drásticamente, no sabía cuál era la razón y perdiendo la noción ya tenia la sensación de que era a tí a quien yo esperaba. Escucho tus palabras, admiro tu voz. Mi alma tiene miedo de mostrarse y que no haya nadie que la acoja. Sigo sin entenderlo. Sin haberte dado nada estás aqui en todo momento, en mis risas, en mis lloros, en mis lamentos. Resucitas de mí algo que yo ya creía muerto. De pronto, miro lado a lado y todo está desierto. Encuentro las respuestas. ¿De dónde? De mis recuerdos...



Stop crying your heart

Ya lo dijo el poeta Alexander Pope, ''equivocarse es humano, y perdonar es divino''.
Cuando alguien es capaz de desprestigiar el perdón para seguir haciendo daño, pierde el concepto de ser humano. Cuando un humano ve que alguien a quien quiere está sufriendo, instintivamente, corre a su lado, aunque no sepa decir nada. Hasta los perros lo hacen. Alguien que ve como una persona que la quiere, y a la que supuestamente ella ha querido, ha sufrido por su culpa, por su mal comportamiento, por sus malas palabras, y es capaz de volverlo a hacer, no merece ser llamado humano.
Por esperanza, por falsa ilusión, por impotencia, o por puro masoquismo, somos capaces de tropezar una y otra vez con la misma piedra.
CAMBIAR. Ahí está la clave. Debemos aprender de nuestros errores, tratar de averiguar qué comportamiento deberíamos seguir en cada momento. Pero hay una cosa que por mucha voluntad que tengamos, no podemos cambiar, y es el sentimiento.
Porque por mucho que uno quiera odiar a alguien, si sentimos que lo queremos, lo seguiremos queriendo. Porque por mucho que uno quiera olvidar a esa persona, si sentimos que le echamos de menos, le seguiremos echando de menos. Porque por mucho que uno desee con todas sus fuerzas guardarle rencor hasta la muerte, si siente que sería capaz de perdonarle una y otra vez, lo seguiría haciendo...
aunque nada sea recíproco, aunque el otro ya haya conseguido todos los propósitos...
La vida sigue, y hay cosas que SÍ pueden permanecer siempre... aunque sea una promesa que no cumplen las dos partes.



Mi mente al despertar

Anoche soñé que soñaba, y que luego se hacía realidad. En medio de un negro que se expandía en mi habitación, aún andaba confusa. ¿Acaso no se deberían parar las agujas del reloj en ese instante? Cuando, al despertar, aún no sabes si te acostaste antes del sueño o después de la realidad. Pero el tictac continúa y vuelvo a la soledad que invade mi cama. No quiero pensar, pero tampoco puedo ver nada en esta oscuridad que distraiga la mente. Así que no me queda otra que arrepentirme de haber abierto los ojos y no haber seguido para siempre en el antojo del subconsciente. La almohada espera otra vez a ser mojada, antes de que la primera lágrima recorra la mejilla...